17 de junio de 2011

Tenía miedo. Por un momento pensé que me había quedado sin palabras. Sin adjetivos, sin verbos, sin comas y sin tildes. Pensé que solo me quedaba un punto final por poner a esta historia. Menos mal que me equivoqué. Puede que no me queden palabras para ti, pero tengo un montón de silencios. Y tú mejor que nadie sabes lo que ellos encierran... Pero, volviendo a mí, supongo que callarme nunca estuvo entre mis planes. Simplemente necesitaba un paréntesis. O dos. Unos cuantos espacios para dejar atrás incisos que duelen. Y también fue buena idea darle varias veces al Enter. Hoja nueva. ¿Vuelta de página? No, cambio de libro. Y seguir con mi paranoica verborrea, que aún me quedan muchas cosas por decir. Pero, eso sí, a partir de ahora con la certeza de que las personas no se olvidan, solo dejan de importar.

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